07 junio 2013

CARACOL, COL, COL…, PON UN RATO LA PIEL AL SOL.

Historia de las Vitaminas: El milagro de la vitamina  D, la vitamina Solar.



Proverbio: "En casa que no entra el Sol..., pronto entrará el doctor...".
El primero de estos micronutrientes se descubrió hace algo más de un siglo, a raíz de investigaciones sobre la causa de enfermedades como el escorbuto, beriberi y raquitismo. El artículo a continuación trata sobre las idas y venidas que finalizaron en el descubrimiento y conocimiento de uno de estos nutrientes: la vitamina D, una sustancia que se encuentra espontáneamente en sólo unos pocos alimentos, y que también se produce en la piel cuando un material precursor interactúa con los rayos ultravioleta cortos del sol (UVB). Sin los niveles apropiados en la sangre de 1,25-dihidroxivitamina D3, el metabolito activo de la vitamina D, el organismo no puede absorber ni utilizar el calcio esencial para funciones vitales tales como la señalización electroquímica entre las células cerebrales y tantas otras funciones.
En los niños, la deficiencia de vitamina D produce la anteriormente común enfermedad de raquitismo, que deja sus marcas en forma de piernas arqueadas y costillas deformadas para toda la vida. En los adultos, el resultado es la enfermedad de los huesos llamada osteoporosis.


            “El hombre ha luchado siempre por lo que cree o al menos eso es lo
          
                 que  cree. Aun así, no ha resuelto la batalla, consigo mismo...”
Osteoporosis


Investigaciones recientes muestran que la insuficiencia de vitamina D puede ser, en palabras de un investigador, “una epidemia no reconocida” entre mujeres y hombres de edad madura y mayores. Además de afectar el desarrollo de los huesos, los científicos han encontrado que la vitamina D y el calcio pueden afectar a enfermedades tan distintas como el cáncer del colon, esclerosis múltiple, síndrome de tensión premenstrual, psoriasis, hipertensión arterial y depresión…., que sepamos….


Una de las razones por las cuales la vitamina D dejó perplejos a los científicos por muchos años, fue que inicialmente se le identificó como una vitamina tradicional, o sea, una sustancia esencial que nuestro organismo no puede producir sino que solamente puede provenir de nuestros alimentos. Pero, a diferencia de oligoelementos dietéticos esenciales como las vitaminas A, B y C, que los seres humanos deben obtener directamente de los alimentos, la vitamina D se puede producir en el cuerpo por medio de una reacción fotosintética al exponerse la piel a la luz del sol. Sin embargo, lo resultante es solamente una sustancia precursora que debe realizar dos transformaciones, primero en el hígado y luego en el riñón, para convertirse en la sustancia biológicamente activa que utiliza el organismo. Esta forma activa de la vitamina D es una hormona, químicamente relacionada a las hormonas esteroides familiares, como las reguladoras de testosterona y estrógeno y el regulador de estrés, elcortisol.


"El sol y el amor son vitaminas del cuerpo y del alma"


Un poco de historia de las Vitaminas

El primer indicio concreto de que una deficiencia dietética podría causar enfermedades, apareció en 1754. Ese año el cirujano naval escocés James Lind demostró que el escorbuto, esa dolorosa y algunas veces fatal pesadilla de los marineros durante largas travesías marítimas no sólo se podía curar, sino evitarse con el jugo de naranjas, limones y limas agrias (limes). A finales del siglo dieciocho, los marineros ingleses (a quienes pronto se les conoció como “Limeys”), ya cosechaban el beneficio del descubrimiento de Lind.
Cítricos
Mientras tanto, el inicio de la revolución industrial en Inglaterra a finales de los años 1700, introdujo un nuevo flagelo: el raquitismo. La enfermedad propiamente dicha fue descrita primero por los médicos a mediados de los años 1600, pero era relativamente poco común. Sin embargo, para el siglo diecinueve, con más y más familias emigrando de la vida rural al trabajo en las fábricas de las ciudades industriales llenas de niebla tóxica, el raquitismo se convirtió en una plaga en toda Europa. Los síntomas de la enfermedad eran inconfundibles. Los huesos de los bebés afectados eran blandos, como cartílagos, y los bebés tardaban en sentarse, gatear y caminar. Al crecer los niños, sus huesos blandos se doblaban bajo el peso adicional, dejando a los niños con las obvias marcas del raquitismo: pechos salientes, piernas arqueadas, o rodillas patizambas. Los niños raquíticos también sufrían de tetania: espasmos dolorosos de las manos, los pies y la laringe, incluso con dificultad para respirar, náuseas y convulsiones. Esta condición, que más adelante se encontró que se debía a una insuficiencia sintomática de calcio, a menudo era tan grave, que los niños morían.


Raquitismo
En 1882 un médico polaco observó que los niños en Varsovia padecían de raquitismo grave mientras que la enfermedad era prácticamente desconocida en las zonas rurales cercanas a la ciudad. Después de experimentar con ambos grupos, concluyó que los baños de sol curaban el raquitismo. Cinco años más tarde, un investigador francés reportó curaciones entre aquellos a quienes se les administró el remedio casero, aceite de hígado de bacalao. Ninguno de estos tratamientos logró captar mucha atención, en parte porque el entendimiento médico popular era de que la gente solamente necesitaba suficientes cantidades de los llamados macronutrientes, proteínas, grasas y carbohidratos, para mantenerse saludable


"Los baños de sol eran la solución"
A finales de los 1880, el médico holandés Christian Eijkman fue enviado a las Indias Orientales (ahora Indonesia) para estudiar la razón de la generalización del beriberi en esa región. Eijkman observó que las gallinas en su laboratorio de Jakarta tenían síntomas de una enfermedad de los nervios (polineuritis) sumamente parecida a los del beriberi, incluyendo debilidad muscular, degeneración de los nervios y parálisis. Entonces empezó una serie de experimentos para intentar localizar un organismo culpable, que fuera la causa. (Como muchos de sus contemporáneos, Eijkman estaba influenciado por el trabajo de Louis Pasteur y creía que el beriberi era causado por una bacteria.)
Este intento de Eijkman no tuvo éxito pero, en 1897, logró establecer algo más significativo. Mostró que las gallinas contrajeron una polineuritis parecida al beriberi poco tiempo después de cambiarles el alimento a arroz pulido, o sea, arroz al que se le ha quitado la cascarilla. También demostró que añadiendo al alimento de las gallinas los salvados del arroz (lo que se quitó al pulirlo), se podía curar la enfermedad.
Más adelante, Eijkman y su sucesor, Gerrit Grijns, utilizaron agua o etanol para extraer el misterioso factor antineurítico de las cáscaras del arroz. “En la cascarilla del arroz existe una sustancia diferente a las proteínas y las sales,” escribieron los dos investigadores en 1906, “que es indispensable para la salud y cuya ausencia produce la polineuritis nutricional.”
En 1926, B. C. P. Jansen y W. Donath, dos químicos holandeses que trabajaban en el antiguo laboratorio de Eijkman en Jakarta, cristalizaron el factor antineurítico soluble en agua, ahora llamado vitamina B1, o tiamina, del salvado del arroz.
Poco después del inicio del siguiente siglo, otro investigador también llegó a creer en la existencia de ciertos “factores alimenticios complementarios”. El biólogo inglés Sir Frederick Gowland Hopkins desarrolló este concepto durante el curso del trabajo que empezó con su descubrimiento del aminoácido triptófano en 1901. Basado en las técnicas desarrolladas durante su investigación, Hopkins pasó a realizar una serie de experimentos, ahora ya clásicos, que demostraron que los alimentos integrales (opuestamente a las formas refinadas de proteínas, grasas y carbohidratos), contienen ciertos componentes desconocidos, esenciales para la salud y el crecimiento.




El olvidar la Historia
nos lleva actualmente a consumir habitualmente arroz y otros granos refinados, habiéndoles quitado las vitaminas y la fibra esenciales para nuestra alimentación”

El bioquímico Casimir Funk, cuyo propio trabajo le condujo a creer que estos factores eran aminas (compuestos derivados del amoniaco), sugirió que se les llamara “aminas vitales” o “vitaminas”.

En 1913 los investigadores Elmer McCollum y Marguerite Davis, de Wisconsin, descubrieron una sustancia complementaria liposoluble [soluble en grasas]. Dando a ratas una dieta de distintos alimentos y observando sus efectos en el desarrollo y la salud de los animales, McCollum y Davis encontraron que la nueva sustancia estaba presente en la yema de huevo y la grasa de mantequilla, pero no en otras grasas. Llamaron “vitamina A liposoluble” alal factor nutritivo. Estos científicos mostraron además, que la vitamina A en la dieta evitaba la ceguera nocturna y una enfermedad de los ojos llamada xeroftalmia.
Vitamina A



Para esta época, muchos estudios ya habían puesto atención nuevamente en el raquitismo, que continuaba siendo un grave problema en Escocia y otras partes del norte de Europa. Algunos científicos que enfocaron el problema desde otro punto de vista, encontraron la casi olvidada información respecto a la efectividad de la luz del sol. En 1892, el científico británico T. A. Palm encontró una relación entre la distribución geográfica del raquitismo y la proporción de luz solar en la región. En 1913, H. Steenbock y E. B. Hart, de la University of Wisconsin, lograron una relación más cercana al mostrar que cabras en producción de leche mantenidas en ambientes interiores pierden gran parte de su calcio esqueletal, mientras que las mantenidas al aire libre no lo pierden. Seis años después, en 1919, el científico alemán K. Huldschinsky realizó un experimento notablemente innovador, y curó el raquitismo de niños utilizando luz ultravioleta producida artificialmente. Dos años después, los investigadores Alfred F. Hess y L. F. Unger de Columbia University mostraron que con simplemente exponer niños raquíticos al sol, podían curarlos de la enfermedad.



HELIOTERAPIA
Mientras tanto, en el campo de la nutrición, el médico inglés Sir Edward Mellanby, que aún veía alguna deficiencia dietética como la causa del raquitismo, decidió en 1918 experimentar con avena (porridge), alimento básico en Escocia, y alimentar a perros exclusivamente con avena. Sin darse cuenta, también mantuvo a los animales en espacios interiores durante el experimento, y por lo tanto les indujo el raquitismo. Cuando le curó la enfermedad a los perros dándoles aceite de hígado de bacalao, Mellanby  naturalmente acreditó la cura a la recientemente identificada vitamina A del aceite.
Al enterarse de los experimentos de Mellanby, McCollum, quien se había mudado de Wisconsin a la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, decidió llevarlos más adelante. En su propio trabajo de aislar la vitamina A, McCollum había encontrado que ciertos alimentos pueden contener más de una sustancia complementaria. Entonces diseñó una serie de experimentos ingeniosos para desarrollar los descubrimientos de Mellanby y descubrir qué más pudiera tener que ofrecer el aceite de hígado de bacalao. Empezó por calentar y airear el aceite para destruir su vitamina A. Como era de esperarse, el aceite así tratado dejó de curar la ceguera nocturna. Pero, para sorpresa de todos, continuó siendo eficaz contra el raquitismo. Aparentemente, el responsable era un nutrimento esencial desconocido. En la publicación de sus experimentos en 1922, McCollum siguió la designación de vitaminas en orden alfabético y, como recientemente se había nombrado a las vitaminas B y C, llamó al nuevo milagro, “vitamina D”.







Entonces, a principios de 1920 el mundo tenía aparentemente dos curas para el raquitismo: aceite de hígado de bacalao, e irradiación, o sea, exposición a luz solar o a luz ultravioleta. A pesar de esta promesa, la enfermedad continuó siendo difícil de controlar. Aunque los médicos sabían que la luz solar era esencial para los huesos de los jóvenes, las calles de las ciudades industriales seguían tan cargadas de humo y sin sol como siempre. Y no era fácil cambiar las costumbres dietéticas de la gente para que incluyan las dosis prescritas de aceite de hígado de bacalao.
Luego vinieron una serie de experimentos que fusionaron los experimentos de nutrición y los referentes a la irradiación, que ofrecieron una solución a esta parte crítica del misterio de la vitamina D, y que abrió el camino a una cura ampliamente disponible para el raquitismo.

Hacia 1924, la parte práctica de la batalla contra el raquitismo ya se había ganado. En todos los Estados Unidos, los niños empezaron a consumir leche y pan irradiados y, casi de la noche a la mañana, el peligro inminente de una enfermedad epidémica se redujo a un evento histórico casi olvidado. Pero la marcha hacia la comprensión de la vitamina D estaba recién empezando, pues los científicos todavía no sabían casi nada sobre qué era, ni cómo funcionaba.

El químico orgánico Adolf  Windaus en Göttingen, Alemania, produjo mecanismos químicos que finalmente ayudarían a determinar la identidad molecular de la vitamina D. A principios del siglo, Windaus había iniciado su estudio del colesterol y esteroles relacionados sobre los cuales prácticamente no se sabía nada en esa época.
Hacia 1925, Windaus ya era reconocido como el más importante experto en esteroles, y Hess lo invitó a que viniera a Nueva York para trabajar en vitaminas antirraquíticas. En ese momento, Windaus también estaba colaborando con Rosenheim y Webster en Londres, y en 1927 ambos equipos, utilizando una serie de ingeniosas transformaciones y comparaciones químicas con compuestos conocidos, dedujeron que el ergosterol era la probable sustancia madre de la vitamina D en los alimentos. Allá en su propio laboratorio en Göttingen el año siguiente, Windaus aisló tres formas de la vitamina: dos derivadas de esteroles vegetales irradiados, a las que llamó D1 y D2, y una derivada de piel irradiada, a la que llamó D3. El equipo británico de F.A. Askew hizo seguimiento en 1931 definiendo con éxito la composición química de D2, la forma de vitamina D que se encuentra en alimentos irradiados (y que ahora se llama ergocalciferol), que se derivó de la molécula precursora ergosterol. Cinco años más tarde, en 1936, Windaus sintetizó la molécula 7-dehidrocolesterol y luego la convirtió por irradiación en vitamina D3, ahora conocida como colecalciferol. Aunque se asumió que la vitamina D era fotosintetizada en la forma 7-dehidrocolesterol de piel, la prueba final no surgió sino hasta más de tres décadas después. Un equipo de Wisconsin dirigido por R. P. Esvelt, y uno dirigido por Michael F. Holick de la Endocrine Unit del hospital  Massachusetts General Hospital, demostraron independientemente que la vitamina D3 es en realidad producida en la piel por la irradiación.

Estos descubrimientos hicieron posible el sintetizar la vitamina en grandes cantidades. Sintetizar la vitamina cuesta una fracción de lo que cuesta irradiar alimentos y no arruina o cambia su sabor, como algunas veces lo hace la irradiación. La vitamina D sintetizada proporcionó la mejor arma a la campaña de salud pública para erradicar el raquitismo Windaus recibió el Premio Nobel de química en 1928 por su “investigación de la estructura de esteroles y su incumbencia con las vitaminas.”

Los científicos no tuvieron los mecanismos para rastrear el funcionamiento de la vitamina D en el cuerpo hasta  1960, con nuevas técnicas que utilizan sustancias marcadas como radioactivas. Entre 1968 y 1971, los investigadores lograron progresar mucho en su comprensión del proceso metabólico de la vitamina D y su actividad fisiológica. En 1968, un equipo dirigido por Hector F. DeLuca de la Universidad de Wisconsin, aisló una sustancia activa identificada como 25-hidroxivitamina D3, la cual el equipo demostró más adelante, que era producida en el hígado. Durante los dos años siguientes, el equipo de Wisconsin, Anthony W. Norman y colegas de la University of California-Riverside, y E. Kodicek y co-trabajadores de Cambridge University en Inglaterra, reportaron independientemente la existencia de un segundo metabolito activo. Kodicek y David R. Fraser mostraron que este segundo metabolito es producido en el riñón. Finalmente, en 1971 los tres grupos de investigación publicaron documentos en los que reportaron la estructura química molecular de este metabolito, al que se le identificó como 1,25-dihidroxivitamina D3. Esto confirmó que el hígado cambia la vitamina D3 a 25-hidroxivitamina D3, la forma circulante principal de la vitamina. Luego, los riñones convierten la 25-hidroxivitamina D3 a 1,25-dihidroxivitamina D3, la forma activa de la vitamina.


Los seres humanos pueden obtener una forma precursora (inactiva) de vitamina D de los alimentos, y también de la reacción fotosintética que ocurre cuando el 7-dehidrocolesterol de las células de la piel se expone a la luz ultravioleta. Este precursor inactivo va al hígado, donde se convierte en 25-hidroxivitamina D3, la forma circulante principal de la vitamina D3. A su vez, los riñones convierten esta forma intermedia de la vitamina, a 1,25-dihidroxivitamina D3, una hormona que no sólo controla el metabolismo del calcio aumentando la absorción del calcio intestinal y la movilización del calcio óseo, sino que también tiene muchos otros efectos en todo el organismo.

¿Cómo afecta todo esto a los depósitos de calcio para desarrollar huesos fuertes? Desde los años 50, los científicos han estado especulando sobre la implicación de dos descubrimientos respecto a este asunto. A principios de esa década, el investigador sueco Arvid Carlsson hizo el sorprendente descubrimiento de que la vitamina D puede en realidad quitar calcio a los huesos cuando el organismo lo requiere. A aproximadamente el mismo tiempo, el bioquímico noruego R. Nicolaysen, quien había estado estudiando diferentes dietas de animales por muchos años, concluyó que la absorción de calcio de los alimentos es controlada por un “factor endógeno” desconocido, que alerta al intestino de la necesidad de calcio por el cuerpo. Así empezaron a obtenerse respuestas a raíz de los experimentos de rastreo de la activación de la vitamina D.
Un resultado importante de esos experimentos fue que la 1,25-dihidroxivitamina D3, la forma activa de la vitamina D, se reclasificó como una hormona que controla el metabolismo del calcio. Una hormona es una sustancia química producida por un organismo que luego es transportada por el flujo sanguíneo a un órgano objetivo, donde causa una actividad biológica específica. La evidencia para reclasificar la forma activa de la vitamina D provino de darse cuenta de que la 1,25-dihidroxivitamina D3 es producida por los riñones, y que en seguimiento a su secreción por los riñones se acumula en núcleos celulares del intestino, donde regula el metabolismo del calcio. 

En 1975, Mark R. Haussler de la University of Arizona confirmó el descubrimiento de una proteína receptora que enlaza el metabolito de la vitamina D activa al núcleo de células en el intestino.
Habiéndose así relacionado la vitamina D al intestino, los científicos estaban llegando a conocer el mecanismo de control del calcio. Los investigadores se dieron cuenta de que cuando se eleva el nivel de calcio en la dieta, disminuye la cantidad de la hormona de vitamina D en el cuerpo, y viceversa, un patrón de circuito repetitivo que señala a la hormona de vitamina D como el “factor endógeno” regulador del calcio mencionado por Nicolaysen. 

Muchos equipos de científicos, incluyendo los de University of Wisconsin y de Cambridge University, ahora se dedicaron a rastrear la relación de la hormona de vitamina D con el resto del sistema endocrino del organismo. Encontraron que una hormona producida por la glándula paratiroides es crítica para el mantenimiento de niveles adecuados de la hormona de vitamina D en la sangre. Cuando se necesita calcio, la glándula paratiroides envía la hormona paratiroidea a los riñones, para que inicien la producción de hormona de vitamina D. Esa hormona, a su vez, provoca que los intestinos transfieran el calcio de los alimentos a la sangre. Cuando se toma muy poco calcio para apoyar las funciones normales, tanto la vitamina D como la hormona paratiroides inician un proceso por el cual el calcio almacenado se quita de los huesos (lo que confirma el descubrimiento sueco de hace casi veinte años).
Es importante regular el nivel de calcio en la sangre. Cuando hay muy poco calcio en la sangre las células de tejidos suaves, especialmente las de nervios y de músculos, no funcionan y provocan al cuerpo en convulsiones. Cuando hay demasiado calcio en la sangre, los órganos se calcifican y eventualmente dejan de funcionar. 
Ya que se había determinado el papel de la absorción de calcio, los investigadores en los años 70 empezaron a estudiar en más detalle la vitamina D, y con resultados sorprendentes. Varios grupos encontraron la hormona de vitamina D en el núcleo de células que no eran parte del sistema clásico de almacenamiento de calcio incluyendo el cerebro, los linfocitos (las células blancas de la sangre que atacan a las infecciones), en la piel y en tejidos malignos. ¿Qué función tendría la vitamina D en esos lugares?

A principios de los años 80, el científico japonés Tatsuo Suda hizo el interesante descubrimiento de que el añadir la hormona a células malignas de leucemia incipiente, causaba que las células se diferencien, maduren y se detenga su crecimiento. Hasta el momento se encuentra que la cantidad de hormona de vitamina D necesaria para detener el crecimiento desbocado de tumores y cánceres, es demasiado tóxica para utilizarla en seres humanos, pero el descubrimiento de Suda sugiere que esta fascinante hormona juega más papeles que el de regular el nivel de calcio en el organismo. Este descubrimiento provocó el inicio de una nueva era en la investigación de la vitamina D.

A mediados de los años 80, un grupo de investigadores dirigidos por S. C. Manolagas descubrió que la hormona de vitamina D también parecía jugar un papel en la modulación del sistema inmune. 

En 1993, S. Yang y otros científicos en el laboratorio de De Luca encontraron que fuertes dosis de la hormona de la vitamina D administrada a ratas, las protegen de la inflamación normalmente asociada a heridas y a irritantes químicos. Esta inesperada función inmunosupresora de la hormona de la vitamina D sugirió una nueva y amplia gama de posibilidades, incluyendo su utilización en el control de enfermedades autoinmunes.

Más desarrollado está el efecto de la hormona de la vitamina D sobre la psoriasis, un desorden desfigurante de la piel que afecta a unos 50 millones de personas en todo el mundo. Por razones que se desconocen, la psoriasis causa que las células de la piel se multipliquen incontrolablemente. Debido a que no se diferencian y desarrollan normalmente, las células de la piel se agrupan en antiestéticas erupciones, escamas y escaras. En los años 80, un equipo japonés de investigadores demostró que la 1,25-dihidroxivitamina D3 puede inhibir el crecimiento de las células de la piel. Un equipo de científicos de Boston University School of Medicine dirigido por Michael F. Holick, investigó más esta inhibición y razonó que se podría utilizar para el tratamiento de la psoriasis.

Esta cronología muestra la serie de investigaciones y eventos que condujeron al conocimiento de la vitamina D en sistemas biológicos, y al descubrimiento de algunas de sus aplicaciones médicas.
Estudios científicos han demostrado que el hecho de que no padezcamos enfermedades infecciosas en verano, se debe a que en este período del año tenemos altos niveles de vitamina D en el cuerpo.
También según ciertos estudios, gracias a la vitamina D, se puede influir positivamente en ciertos tipos de cáncer  a la vez que en otros muchos tipos de enfermedades. 

Un grupo de científicos demuestran que una hormona esteroide  tiene el efecto de un potente antibiótico. En lugar de directamente eliminar las bacterias y los virus, la hormona esteroide aumenta la producción del cuerpo de una clase de proteínas, llamadas péptidos antimicrobianos, que destruyen rápidamente las paredes celulares de las bacterias, hongos y virus, incluyendo el virus de la gripe, y desempeñan un papel fundamental para mantener los pulmones libres de infecciones. Esa hormona esteroide resulta ser la vitamina D.


La vitamina D es única en el mundo de las vitaminas, debido a tres hechos. Primero, es el único precursor conocido de una potente hormona esteroide, el calcitriol. La vitamina D regula la expresión genética en cientos de tejidos en todo el cuerpo. Esto significa que tiene el mayor número posible de mecanismos de acción.




La vitamina D tiene su origen en la piel. Antes de conocer los riesgos de los rayos UV producíamos grandes cantidades de Vitamina D. Pero desde que conocemos los riesgos del sol, nos protegemos más y por lo tanto no podemos obtener cantidades adecuadas de vitamina D.
Hoy en día, cuando nos exponemos al sol, tendemos a cubrirnos con protectores solares, lo que hace que la piel no reciba la cantidad necesaria de luz solar. De esta manera incluso personas que tienen la piel muy morena, pueden tener déficit de Vitamina D.
Es recomendable antes de exponerse al sol de la mañana o la tarde, hacerlo durante 15 minutos sin protección. Se calcula que hoy en día obtenemos únicamente 1.000 unidades de Vitamina D al día. Debido a la poca exposición a la luz solar muchas personas como por ejemplo los ancianos obtienen incluso menos de estas 1.000 unidades. Los últimos años, docenas de estudios médicos han llamado la atención sobre la deficiencia de vitamina D en todo el mundo, especialmente entre los ancianos, el grupo más propenso a morir  a causa de la gripe.

Un reciente estudio francés encontró que la vitamina D puede reducir el riesgo de cáncer de mama en un 35%. Las mujeres que aparte de tomar vitamina D se expusieron al sol, consiguieron una disminución del riesgo de cáncer de un 45%. Esto demuestra el gran interés que tiene controlar la vitamina D en sangre para asegurarse de tener la cantidad suficiente. Incluso personas muy bronceadas deberían hacerlo si se exponen al sol únicamente con protección solar.
 Más de 800 estudios demuestran que con una adecuada exposición a la luz solar o, alternativamente, la ingesta de vitamina D se puede reducir el riesgo de padecer cáncer en un 50%. La vitamina D parece tener una acción reguladora sobre multitud de genes.

Una pregunta que nos hacemos muy frecuente es cuánto tiempo hay que estar expuesto al sol, para obtener suficiente vitamina D: 
Pues bien,  1 cm2 de piel, cuando se encuentra expuesto a la luz solar, sintetiza 10 UI de vitamina D, por lo que cuando se exponen 20 cm2 de piel durante una hora, la persona adulta ha cubierto las necesidades diarias de vitamina D. Tenga en cuenta de hacerlo en el sol de la mañana o de la tarde para evitar el riesgo de cáncer de piel.

Lo que está claro es que muchas de las incógnitas sobre estaSUPERVITAMINA/SUPERHORMONA” están todavía por descubrir, por tanto aún nos quedan muchos capítulos de su historia por escribir.

"La enfermedad y la tristeza no se quedan para siempre cuando 
 caminamos en la dirección correcta"


Os pongo un video del Dr. MerKola sobre la vit. D, son una serie de 7 que podéis encontrar en Youtube; os aseguro que es un capítulo relativo a vuestra salud en el que debéis recabar más documentación que la oficial que es manifiestamente escasa.






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